Neon Blood – Análisis

Los propios desarrolladores españoles de ChaoticBrain definen a su juego como una combinación loca entre Blade Runner y la estética HD-2D de videojuegos como Octopath Traveler. Cuando lo juegas, eso es precisamente lo que encuentras, y a poco que veas unos cuantos pantallazos de Neon Blood te darás cuenta de que es puro pixel-art, con un estilo 2.5D que ya os podemos adelantar que es lo mejor del juego. Tiene otros ingredientes interesantes, pero una vez superado tenemos clarísimo que lo que mejor lo define es su cuidadísima ambientación cyberpunk.

Otro elemento que lo distingue, y que seguramente a muchos llamará la atención, es que es una aventura gráfica con algunos elementos RPG. No tiene muchos escenarios porque su duración de 3-4 horas tampoco lo permite, pero es muy importante la exploración, moverte de un lado para otro, conversar con quien te encuentres por el camino y resolver algunos puzles.

En este sentido, es un juego ligero, de pequeña escala, que no te pone en muchos aprietos porque tampoco le da tiempo a construir una jugabilidad profunda. Es un buen viaje, pero limitado, aunque deja ver el talento de este pequeño estudio madrileño.

Un detective en busca de respuestas sobre su pasado

Uno de los aspectos que más valoramos de la aventura es su narrativa, bien construida y que te mantiene en vilo por los misteriosos sucesos que discurren alrededor de su protagonista, el detective Axel McCoin, a quien acompañamos en busca de respuestas sobre su pasado. Es cierto que se hace uso del manido recurso de la pérdida de memoria, pero aquí funciona muy bien porque se sustenta en una sociedad dominada por los implantes cibernéticos y una corporación que quiere controlar hasta el más mínimo detalle de su población. Son temas que habréis visto en más de una ocasión, pero están muy bien retratados y te empujan a completar el juego.

Esta inmersión narrativa está fuertemente apoyada por la representación de una sociedad fragmentada, con las capas más bajas castigadas por una adictiva y peligrosa droga. Es un futuro distópico, en el año 2053, y la forma en que se dibuja es uno de los grandes éxitos de Neon Blood. El apartado artístico aquí juega un papel fundamental, retratando personajes y entornos en ambientes oscuros y con luces de neón por todos lados. El uso de la iluminación, combinado con la estética pixelada supone un auténtico acierto y es excusa más que suficiente para recorrer las calles de Viridis.

La forma de avanzar es sencilla y bastante guiada, de escenario en escenario. Se te marca el próximo objetivo a completar, que normalmente consiste en encontrar a un determinado personaje y conversar. En algún momento se te permite escoger entre varias respuestas, pero nada demasiado elaborado. Hay partes de investigación de escenas del crimen, haciendo uso de un escáner especial, y los puzles se resuelven explorando, sin que exista un reto real. También hay secuencias quick time para los desenlaces en los enfrentamientos finales. Todo es bastante sencillo, porque al juego se le nota también que no hubo demasiado margen para explotar sus mecánicas, lo cual es una pena.

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Esto lo decimos también por los combates por turnos al estilo RPG. Su número está prefijado, aunque lo cierto es que no son pocos. Son igualmente sencillos, con la opción de atacar, emplear alguna habilidad o usar un objeto. Al no existir incrementos de nivel de experiencia, todo se reduce a saber cuándo escoger un comando ofensivo o curativo (y también a tener suerte para que no te hagan un “crítico”). Hay algunas técnicas a desbloquear, pero vienen fijadas por la propia historia, con lo cual no existe una progresión clásica rolera. Otra vez, es una implementación ligera, sin apenas recorrido.

Muchos ingredientes, poca profundidad

Y esa es tal vez la mayor pega que se le puede encontrar a Neon Blood, que trata de hacer varias cosas interesantes, pero no profundiza lo suficiente en la mayor parte de ellas. Se echa de menos que el juego te haga las cosas más difíciles en su exploración, y que en los combates no resulte tan simple. No obstante, el juego tiene cosas muy buenas, en particular su narración y la forma en que se presenta, con personajes interesantes e incluso la intercalación de escenas animadas al estilo tradicional. La traducción en español también es acertada y los creadores se han permitido romper la cuarta pared en algunos momentos para tirarnos guiños sobre la propia industria del videojuego.

La presentación a través de los menús y la interfaz es también asombrosa, encontrándonos ante uno de los indies más vistosos de la actualidad. La fusión entre sprites 2D y escenarios 3D es talentosa, con un juego de luces simplemente precioso. La música, aunque un escalón por debajo, encaja dentro de las intenciones cyberpunk del título, acompañado de influencias del cine negro. Todo lo referente a narrativa y estética está tratado con minuciosidad y atención al detalle, siendo -repetimos- los aspectos que más pueden convencerte a la hora de seguir adelante y completar el videojuego.

¿Merece la pena? En este caso depende mucho de lo que te guste la ambientación cyberpunk y los futuros distópicos, además de las aventuras gráficas en general. En este caso, es un interesante experimento por fusionarlo con batallas RPG, y eso es también algo a valorar. Tal vez ha fallado la escala, el haber metido tanto en tan poco espacio, porque el planteamiento era ambicioso y con potencial. Cuando acaba el juego, no hay mucho más que hacer, y te da la sensación de que esto podría podría haber dado más de sí. No obstante, eso no quita que sea uno de los indies más interesantes que hemos jugado, y en este caso además con sello español.

*Hemos realizado este análisis con un código de juego que nos ha proporcionado Meridiem Games

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